Si algo queda demostrado en estos últimos años es que las jubilaciones privadas fueron encorsetadas en el más infame negocio del Menemato y sus socios, transformando al sistema en un negocio estrictamente privado, con altas ganancias para sus ejecutivos pagados por los trabajadores y a costa de sus ahorros, como muestra de lo más perverso del capitalismo.
El estado de los 90 se caracterizó por su ausencia y falta de respuesta hacia los sectores más débiles, permitiendo que los grupos concentrados de poder se manejaran sin el mínimo de control, lo que implicó un mayor desequilibrio de los actores involucrados.
Lo dicho y la actual crisis mundial, propician el marco adecuado para esta reforma, máxime teniendo en cuenta el trance por el que atraviesan los gobiernos capitalistas, incluidos los conservadores, cuya respuesta es la intervención del Estado en la cosa pública.
Por esto, decimos que el Estado debe ser el garante y moderador de la actividad social; el que regule y controle todo lo referente a la seguridad social, tal como dispone la Constitución Nacional.
Esta nueva disposición implica pasar de un sistema neoliberal forjado en el individualismo, despreocupado de las cuestiones sociales y generales, a un sistema abarcativo que garantiza la universalidad, con el compromiso de contener a todos lo miembros de la sociedad con una plataforma de dignidad asentada en el principio de solidaridad.
Este cambio de rumbo, apoyado por casi dos tercios de la cámara de diputados de la nación, y una segura mayoría en senadores, hace reaccionar a los sectores oligárquicos cuyos esfuerzos propagandísticos apuntan a desprestigiar las políticas públicas de nuestro gobierno, como por ejemplo “que se busca hacer caja” con los fondos de las AFJP; sin decir que esta misma administración financia con 4.200 millones pesos anuales el déficit de los negocios especulativos hechos por los gerentes de estas empresas, ¿ dónde están los 11.000 millones de pesos que se esfumaron en la crisis financiera?; ¿y que hay de los salarios mensuales de los presidentes de las compañías que van de 47.000 a 110.000 pesos?
Sin conformarse con esto, son los principales responsables de la incipiente desocupación, sin admitir que la timba financiera del mercado, y la ambición sin límites de estos sectores, reflejada también en las posturas patronales agrarias, son los verdaderos causantes de esta crisis.