Su secuestro y desaparición fue mucho más que una venganza personal: fue una amenaza a todos los testigos y querellantes de los juicios de Lesa Humanidad que se comenzaban a sustanciar en todo el país. Fue también un aviso al gobierno democrático que había anulado las leyes de la impunidad, y había logrado que fueran declaradas inconstitucionales por la nueva Corte Suprema de Justicia.
Cuando se dice “Julio López, desaparecido en democracia”, nosotros señalamos que no es la democracia quien lo hizo desaparecer, sino los enemigos del Estado de Derecho. Los genocidas impunes que aun caminan por las calles, porque aún no fueron condenados, o porque simplemente para ellos no hubo ni habrá sobrevivientes, como Julio López, que pudieran brindar su testimonio para procesarlos.